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©Sonia Jiménez Tirado

Ella... te quería.

Podría escribir que ella te quería, en una tercera persona que no existe y que suprime mi posibilidad de existir porque soy yo la que te quiso sin cuartel, sin límites más allá de la vida que ni siquiera era mía, renuncié a ella por amarte, por solidificarte en mi pecho cincelando en ti un amor infinito, absoluto de todo cuanto existe y devoto de una existencia que solo te pertenece a ti. No soy más, que lo que soy cuando estoy contigo.
Debería haber excavado una zanja, lineal y profunda, a lo largo de los días que me queden por vivir y haberme hecho al otro lado, inalcanzable de una sola mirada... de tu mirada. Debería... pero basta una sola, solo una de ellas para rellenar el vacío infértil incapaz de llenarse ni tan siquiera de aire...
Debería haber olvidado tu nombre, ese que inventaste solo para mí, y haber olvidado el verbo que me unió a ti.
Sé, amor... sé, que no hay distancias que confinen nuestra unión, ni razones que nos lleven a entender, no hay ni tan siquiera daños que adolezcan en lo mínimo nuestro amor. Sé que inmortal cuan inolvidable es.
Pero también sé... que cada noche un fantasma se postra a los pies de mi cama, levitando sobre lo que nunca fue y vestido con la túnica de lo que pudo haber sido... trae consigo un disfraz de mala conciencia y una máscara de olvido hecha de frágil cerámica que quiebra aun sin descuido.
De la mano obcecada del prejuicio he ido en busca de la razón, en busca de ti y jamás encontré nada ni te encontré a ti, será que ya no perteneces a ningún sitio igual que yo habito en donde se me condena existir, dejando en ayunas mi alma y vagabunda de sueños la existencia que se precipita al acantilado de la desesperanza.
Quizá despierte algún día después de este sueño inmisericorde y la claridad me devuelva la lucidez y la calma con la que seguir esperándote.
Quizá algún día abra los ojos y descubra que quién durmió a mi lado expropiado de voluntad... siempre has sido tú.