Te recuerdo como una ilusión óptica
en la que uno no cree de antemano,
a medio camino entre la incredulidad y el desconcierto
de haberte reconocido víctima y asesino.
Eres la herida sin sutura
que ninguna sal podrá curar.
Has dejado decenas de ciudades convertidas en catacumbas
y un monolito en honor a tu amor
en la mitad de mi mundo
que ni siquiera tú podrás tumbar.
Y me muerdo la lengua
mucho antes de pensar siquiera
en espadas vestidas de palabras
que se atrevan a profanar tu nombre.
Eres el único sueño
del que nunca voy a despertar.
Sin embargo
en jaula de alambre
encierro a mi alma
para que jamás alce un vuelo suicida,
único posible,
si es cercano a ti.
Te recuerdo sin límites
con la libertad con que se vuelve al cuerpo
después de un viaje astral.
Existe un universo infinito de recuerdos
a los que volver mucho antes del amanecer.
Eres el pasado
que nunca supo hacerse presente,
mis demonios y a la vez
la salvación que esquiva
se esconde en alguna otra vida
que ni siquiera sé
si alcanzaré a vivir.
Te recuerdo
a mi imagen y semejanza
entre la realidad y la fantasía,
jamás existió amor más profundo
ni fe más ciega,
te recuerdo
al modo en que se recuerdan
las cosas que se imaginan pero que nunca existieron.
Eres la tristeza que siempre llevo conmigo
y la nostalgia que me revienta el cuerpo
cuando el sol corona el cielo
y yo, te recuerdo.
© Sonia Jiménez Tirado