que es como si nunca hubieras existido,
te conviertes en espejismo
como un oasis de cariño en un desierto de afectos.
Ahora que duermo y despierto sin pensar en ti,
que no te sueño,
sé que mi inconsciencia te expulsó de lo intocable,
después de haberte grabado a fierro.
Ahora que ya no te recuerdo cada día,
que mi memoria marchita aquellos buenos momentos
bajo el yugo insoslayable del tiempo,
sé que tu amor era ralo y perecedero.
Ahora que me has deshabitado y ya no me dueles,
que tu ausencia es un motivo más de mi alegría,
entiendo que lo indefendible
acaba condenándose a sí mismo
.
Ahora que mi amor te desconoce y te llama al desengaño
sé que ya no eres y que solo fuiste,
como un pasado sin nombre
hijo bastardo del tiempo.
Ahora que ya lamí todas mis heridas
y reconozco más felicidad dentro que fuera,
sé que tenías que salir
para que ella pudiera entrar.
Ahora que entendí la Babilonia de tus sentires
sé dónde empieza lo cierto y donde el engaño
la trampa de perfecto
y la perdición de lo inalcanzable.
Ahora que desenterré a mis muertos
en busca del tiempo y me perdoné,
vivo sin rémora
y sin miedo a los espejos.
Ahora que te escucho
y oigo al ser humano y no al Dios
sé que te has condenado a ti mismo
en la torpeza de un credo absurdo y dañino.
Ahora que te olvidé
aunque jamás hubiera querido
ahora que te olvidé
sé lo que es el olvido.
© sJt
© Ana Medina