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©Sonia Jiménez Tirado

Dejadme Gritar

Dejadme gritar hasta que mi piel se calle, quiero levantar la voz para, así, darle un impulso a mi alma, que se eleve alto, donde nada pueda alcanzarla.
En esta manifestación de sueños y palabras que constantemente callan,
que se silencian para no herir, voy a apartar el velo, dejandolo todo al descubierto y salir para siempre de la cueva oscura que me atrapa.
Debajo de mi, el suelo tiembla, incontrolado como el aire que me revuelve el pelo, la lluvia encrespada azota mi cara, se desata la tormenta que tanto tiempo permaneció en calma.
Sin el más mínimo rastro de calor procedente de ninguna parte, me hielo. Terriblemente sobrecogida, porque ya no encuentro nada capaz de causar en mi, el más insignificante de los impactos... contra el hielo, todo se rompe, todo resbala, todo rehuye... todo se pierde. A la vez delicado... también como el hielo, que tiende a desaparecer, a fundirse... y una vez fundido... a evaporarse.
Por eso, ahora que recuperé mi voz, dejadme gritar,
que no en todo estoy de acuerdo,
que me hieres con sólo no mirarme,
que siento,
que aún conservo mi voluntad,
que sigo existiendo,
que soy yo y estoy, además de ti,
que, a veces, el coraje me desboca
que, otras, la fe me traiciona
y que, a la vez,
todas estas cosas me impiden callarme...
DEJADME GRITAR



A todas esas mujeres que eternamente callan y a los hombres que se silencian.