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©Sonia Jiménez Tirado

No sé... decirte adios.

... Es una maraña de cien hebras que se anudan a una despedida que no llega porque no sé decirte adiós. Estás enredado en los pensamientos despiertos de cada amanecer y duermes junto a mis sueños, esos que sueño y que no desvelo...
Y sigo amarrando noches con mañanas en madrugadas desgastadas, enfermas por el frío que duerme bajo la sábanas.
A la intemperie, en donde llueven lanzas... me pregunto si mañana, al hacer girar la espuma del café, la espiral acabará rompiéndose y el desorden pondrá cada cosa en su sitio...
y si nuestro enemigo, el que se pasea bajo las agujas del reloj, se dará por vencido y callará su cadente melodía... tic-tac... tic-tac...
Me siguen cayendo preguntas... como copos de nieve que tornan en granizo violento... mientras me sigo planteando si levantar la bandera blanca o lanzar la granada que tengo en la mano.

Y no sé, si las palomas pensarán...
si los delfines entienden...
... o si son perros callejeros o lobos, o incluso algún animal carroñero al que nadie le ha puesto nombre... ladran, te acerques o no.

Y me pregunto ¿por qué las rimas se alejan de mi alma?... cuando no hay nada que rime más que tu y yo...
y por qué los puntos suspensivos dicen lo que no quiero decir... o no sé.