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©Sonia Jiménez Tirado

De huracanes e infinitos

Tenia licencia para quererte
para estrellarme en tu pecho
y hacerte primaveras.
Tenía la vida en azul fuerte
y el rojo latiéndome dentro de las costillas.
Tenía las manos vacías
y tú,
un arsenal de caricias que se te escurrían entre los dedos.
Yo tenía un hueco
y tú la pieza perfecta,
un roto para un descosido que dicen por ahí.
Tú traías fuego
y yo era todo mecha.
Tenías permiso para quererme,
y para irte quedando de la manera
en la que te vas yendo sin hacerse notar.
Tú traías un sueño a medias
y yo tenía mil finales perfectos.
Eras todo luz en un mundo de oscuridad.
Traías la fuerza de la gravedad a tus pies
suplicando piedad,
y el calor del sol que acaba con el invierno
al llegar el mes de abril
calentándote la vida.
Yo tenía un destino a medias
y un amor sin estrenar,
y tú, un corazón roto
todo astillas
imposible de curar.
Tenía "ojalás" adornándome la vida,
y tú un "para siempre" demasiado fácil
colgado a un "te quiero"
a mi suerte,
siempre con tan mala suerte.
Me dijiste "eres luz"
porque tú eras túnel.
"Quédate"
porque tú te irías.
Y "ríe"
porque sabías que tenía mares por crear.
Tenía todas las ganas
aunque no supiera de qué
y tú querías quedarte
hasta un segundo antes de irte.
Te llamabas como la salvación del mundo
y te hice mi credo,
y creí que después de ti
no habría un mañana
pero desperté,
recogí mi alma del suelo,
me coloqué como pude el pelo
y comencé a vivir
como si aquel huracán
no hubiera pasado por mi vida.

©Sonia Jiménez Tirado

©Juan Martínez Morenilla