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©Sonia Jiménez Tirado

Ojalá

Ojalá ya nunca entiendas que te amé como solo se ama al amor,  que te amé con toda la vida y con el cuerpo entero, sin más motivos que amarte y por amarte. Ojalá nunca te des cuenta que te hubiera amado eternamente y por encima de la carne, y que aun después de la muerte te hubiera seguido amando, amándote aun en las luces y en las sombras, aun en la soledad... aun en la osadía de desgastar una vida tras otra al amparo de una mirada serena, aun sin promesas... aun sin ti y hasta sin mí.
Ojalá, amor mío, sobrevivas al frío áspero e intenso de este eterno invierno al que se abocan nuestros días, este, que hiela y entristece al azul brillante del cielo, este, que hoy torna en gris infinito hasta llover soledades.
Ojalá nunca la evidencia se revele a tus ojos y te sigas creyendo para que el cáliz amargo de la derrota no te toque, para que la agonía de un ocaso insondable te sea imperceptible.
Hoy me desvestí una vez más de la coraza que me disfraza de fortaleza para arrastrar la dignidad que pertenece a mi nombre, inútil alarde de luz en un mundo de oscuridades.
Ojalá, amor, en tus días despunte el sol y la fantasía de vivir te inunde el cuerpo, y vivas... y sueñes y despiertes bañado en sonrisas... y olvides la tristeza de olvidar, y ojalá te saques del alma la nostalgia de haber amado y el recuerdo haber perdido. Ojalá!, amor mío, ojalá!

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